Una jauría de caballos vagabundos.

Y salgo de mi casa y un hato de caballos sin silla se apresura al oírme abrir la puerta, como una pandilla de perros sueltos. Una muñeca colgada de cabeza me da la bienvenida a la entrada de mi calle, como una advertencia, como una esfera de navidad, como un Odín sucio y sin brazos. Sin manos. Bella y sabia sibila a la entrada de mi nueva vida. Soy feliz.
Mi foto
1979. Durango. Uno de los mayores exponentes de nada en especial. El jugador más importante en su entorno inmediato. Detractor acérrimo y amante ingenuo de la existencia.