Si el chiste es esperar.


Recuerdo días más esperanzados, creyentes de la magia y el sentido prometido para más adelante. Ahora no sé si estoy interesado en encontrar la razón de el camino. Soy feliz. O todo lo feliz que puede ser un pequeño devorador de discos, libros y la belleza en todas sus formas. Soy amado, desayuno un delicioso huevo ranchero todos los días, preparo un pollo empanizado que me gusta más que el mi mamá, estoy dibujando de nuevo, comenzaré a aprender a tocar el trombón. No soy el sabio barbado y silencioso que alguna vez creí que quería ser. No soy el poderoso practicante de la magia, el conocedor de los secretos profundos del universo. Me gusta malgastar mi tiempo en el xbox, comer todos los días lo mismo, mezclar dos tipos de café. Me siento bien, me la estoy pasando muy chido en esta sala de espera, si es que esto es una sala de espera.


Un tiempo para morir, un tiempo para cosechar.

¿Por dónde empiezo? Supongo que por la idea que me hizo comenzar. Hay un lugar y un tiempo para cada cosa. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, dije sabiamente hace algún tiempo. Creo que lo quiero es justificar este espacio, darle su razón de ser, establecerlo como una simple palangana llena de bilis y mocos y sangre y pelos rojos. Algo mío, algo que me sale así, solo, sin pensar en su dignidad como texto literario (asunto que, quién sabe por qué, me ha venido partiendo las bolas desde que empecé a escribir. A lo mejor el de la bronca soy yo. El que no sabe quitarle a los textos su intención de encontrar un lugar digno en la perrera mundial de las letras, soy yo) o su originalidad o valor propositivo.
Es decir, mi estimado y fantasmagórico imaginado lector, que usted no debiera buscar calidad en este blog, ni temas interesantes, ni discos, ni imágenes, ni fotos de mi familia celebrando los quince años de Chuchita la Bolseadora; que esto es, descaradamente, mi descarada mente, y punto.
Porque, vamos admitiéndolo, esto de los blogs es una necesidad básica: responde a la urgencia de hablar, de ex-presar:la famosa catarsis, y, bueno, consígase un diario, me diría el aburrido lector (que ha llegado aquí después de gastarse horas y ya no saber que buscar); pero esta necesidad necesita necesariamente un par de ojos que decodifiquen, o sea, es algo así como un reflejo comunicativo, aún sin tener nada que decir más allá de nosotros mismos y nuestras stupid little lifes, aún cuando sólo sea para, como dije, postear fotos de la familia, y discos y bla bla. Es lo mismo que nos hace grafitear, escribir poemas en las paredes del baño del Scratch, pegar nuestro chicle en un árbol y abrir My Spaces varios.
Alguna vez el lenguaje tuvo un uso útil; alguna vez las letras sirivieron para motivos verdaderamente importantes, pero ya no más (admitamos esto también) y lo reto a que encuentre usted en cualquier forma de uso del lenguaje (cualquiera) algo más que un reflejo de nosotros, algo más que una caricaturización, más o menos seria, de nuestros miedos, esperanzas, preguntas, juicios.
En fin, como dije, no me disculpo por este blog. Hay días en que no me soporto la voz, y supongo que esta página es para hablar todo lo que pueda y solucionar dicho problema.
"Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio no lo vayas a decir."


Y tú que creías ser libre.
Supongo que se trata de una lucha constante y personal, esto de vivir. Levantarse y encontrarse la cabeza llena de instintos y paranoias, de pequeños y escandalosos demonios rojos con la cola puntiaguda y ángeles azul neón revoloteando alrededor de uno. Y pasar toda la tarde propinando knockouts, levantando a los muertos luego, acariciándolos y dándoles de comer, sólo para volver a tumbarlos en cuanto puedan pararse. Hay quien dice que es sólo cuestión de dejar de luchar, de dejarse llevar, ser algo así como un Pinocho en la corriente de un río frío y despiadado. Solución llena de sentido, sentido que pierde totalmente después, justo antes de volver a recuperarlo.


Primera Baja.


Me gustaría comenzar a escribir un diario. Un registro, pero no de cada día, sino de cada momento significativo. De cada imagen, cada frase, cada pensamiento que se queda marcado en la mente. Como un estante con juguetes, postales, espejos. Con todo lo que llegó en el momento preciso, justo entre los ojos, o a través de ellos, o por las orejas o las manos o los pies o solo, como una hoja flotando, aterrizando sobre el cerebro.
Lo digo porque me molesta tener todas estas experiencias, todos estos regalos de la vida, todas estas magníficas estampas del segundo, de la vida corriendo, y no poder guardarlos como en un relicario o debajo de un capelo en la sala de un museo o galería.

Es mi problema con el arte o con lo que trato de producir con dicha etiqueta. Esta imposibilidad de congelar lo que considero es lo más esencial; la poesía, digamos, que llega y nos besa furtivamente, en medio de las más caóticas peleas internas sobre el significado del arte y el amor y la poesía; nos despierta del letargo de estar mirándonos el trasero, nos golpea con algo como una pequeña flor o una nube o una frase en una película, y luego se va y nos deja en la más inhóspita orfandad.

Es irritante porque lo deja a uno con la duda de si es el artista el que produce el arte o si el artista es sólo un buen cachador de poesía. Alguien con un guantezote que vive con la mirada en el cielo, esperando. Y es irritante porque uno queda con muchas dudas sobre si se es realmente un buen jardín central, si el guante de uno tiene las medidas adecuadas, si estamos en el juego correcto.

Por otro lado, habrá que ver si ese pequeño estante no es despreciable como objeto artístico. Si cumple con los cánones estéticos vigentes, si al final no queda como los sueños transcritos al papel: una copia deslavada y simple de lo que, acá, con los receptores adecuados, parecía el huesito del aguacate de la vida en términos de placer estético.

Porque se puede registrar una mínima parte, o tener esa impresión. Pensar que se cuenta con un archivo interno de sonidos, tonalidades de luz, ideas o pedazos de ideas. Pero al final no es más que una especie de caja de herramientas, o una paleta preparada con bonitos colores o un piano ya hecho y enterito con sus nueve octavas y las teclas negras y blancas en el lugar preciso, esperando como los ojos cerrados del Oráculo de la tierra de Fantasía. Esperando al pequeño iluso de barbita y café y tinto y cigarrito, al muchacho que dice que escribe, para fulminarlo con la simple y sencilla negación de la coherencia. Es decir, que nuestra caja de crayones mágicos se nos derrite en las manos por no saber combinar los tonos, y se nos queda en eso, en una cajita de crayones mágicos encerrada en el cerebro desaseado.

Sin embargo, no hay razón para deprimirse, más allá de la propensión personal a la bipolaridad aprehensiva. Hay otro lado, más ligero, del asunto. La contraparte es que, aun cuando no hayamos podido crear nuestra pequeña y propia serenata diurna con el piano del extracto de esencia de vida, está todavía el consuelo de saber que ese piano existe, que somos los afortunados receptores del regalito divino. Que no es necesario que nos volvamos creadores o transformadores o transcriptores si no lo deseamos, porque ya se nos ha dado el digno y muy disfrutable papel de público. Aunque para esto es necesario no tomarse tan en serio el arte, no tomarse tan en serio el concepto de uno mismo, no tomarse tan en serio el jueguito de ser alguien, tener un bigote y un saco de pana respetables, y para eso habría que abolir algo, o no abolir nada y salir y dejarse de cosas, caminar, ser una vasija vacía, dejar la manía de andar manoseando todo para convertirlo a nuestra imagen y semejanza.

aimrrilisosikovit

Recuerdo cuando tenía cosas qué decir, cuando lo que escribía significaba algo. Cuando no necesitaba de estos tristes mecanismos para vomitar sobre los ojos de algún aburrido lector. Recuerdo que esto significaba mi vida, mi existencia, mi plan a futuro. Y ahora parece no haber nada. Panchero, me han dicho. Pero en serio, ya sin bromas, dígame si algo lo llena, verdaderamente. No se admiten Jesucristos.

Aimsikovit

¿Por qué, dios de los blogs y los ociosos?, ¿por qué me castigas poniendo en cursivas todo mi blog?, ¿por qué a mí, que lo único que busco es tener la experiencia de comparti con los demás mis pensamientos, actos, palabras y obras?. ¿Te he ofendido, acaso?, ¿alguna vez he dejado de asistir a los cacofónicos, repetidos y cotidianos espectáculos de tu reino?. ¿Es por haberme saltado el esfuerzo mínimo de loginear y querer realizarlo todo desde un programa que me prometía el mínimo esfuerzo?

Sobre iniciar las mañanas.

Es necesaria una cierta fuerza de voluntad, una que no tiene nada que ver con realizar hazañas ni salvar gatos del árbol. Es el disco de arranque, la configuración inicial, con la que no siempre cuenta uno en las primeras horas. Una dotación mínima de ganas de vivir que a veces tiende a desaparecer o es remplazada por rutinas automáticas que uno desearía abandonar si no se supiera que la máquina ésta que manejamos a ciegas es tan impredecible.

just another boring sunday afternoon.

Odio decirlo, porque me he encariñado, pero el estúpido internet es inferior a las expectativas que genera en el sorprendido e ingenuo usuario que, esperanzado, con los ojos brillantes, sonriendo como el que contempla el fulgor divino de La Tecnología, conecta su flamante internet de 56k a su pequeña y virgen laptop armada, con el pensamiento puesto en listas interminables de discos gratis, películas, información de la índole más variada, imágenes de todo, sólo para encontrarse en una pequeña, homogénea, redonda parodia del mundo enfermo y hermoso que habitamos. Cada pequeña parodia con sus pequeños paródicos habitantes.

Al final no estoy tan mal. ¿o qué es mal?, ¿o estoy o no estoy?, ¿o esto es el final?
Mi foto
1979. Durango. Uno de los mayores exponentes de nada en especial. El jugador más importante en su entorno inmediato. Detractor acérrimo y amante ingenuo de la existencia.