Paseo dominical.

Caminaban Marga López y Arturo de Córdova del brazo por la Alameda. Comentaban sobre el clima, sobre las aves del campo, sobre la vida que es una mancha de tinta en el trabajo perfecto de Dios. Un elefante enloquecido atraviesa la escena. Arturo, gallardo, desenvaina su espada dorada y se pone al frente, Marga se esconde detrás de un árbol. Pelea a muerte, destrucción de jardines, un árbol cae como un gigante sobre un organillero. Cuando Marga abre los ojos, un olor pesado de sangre ya había llenado su nariz. La cabeza de Arturo de Córdova rueda hasta su regazo. No se sabe cómo un elefante pudo decapitar a un hombre. El elefante fue sacrificado.

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1979. Durango. Uno de los mayores exponentes de nada en especial. El jugador más importante en su entorno inmediato. Detractor acérrimo y amante ingenuo de la existencia.