Hace muchos años.

Recuerdo haber sido feliz. Un día me levanté en medio del olor del desayuno y las hermosas piernas de la mujer que amaba. El cielo y la luz a media luz de la mañana sonreían como un amigo querido. Pieles y labios suaves y dispuestos. Una televisión en algún lado. El corazón fresco. El hogar. Las sábanas limpias. No hacía tanto calor, no llovía tanto como ahora. El mundo era un regalo. Maldita sea, el mundo era un regalo.

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1979. Durango. Uno de los mayores exponentes de nada en especial. El jugador más importante en su entorno inmediato. Detractor acérrimo y amante ingenuo de la existencia.